EDITORIAL

A propósito del inicio de clases


El inicio del presente año escolar reviste particular importancia. En primer lugar, por lo que nos deparó el año anterior: la sorpresa, la situación límite y, no pocas veces, la improvisación para hacer frente a la súbita e inesperada pandemia de Covid-19. Hoy, ya con cierta experiencia y el atisbo de algunas soluciones, tenemos que actuar con más cordura y con esperanza. Debemos enfrentar una problemática muy diversa: social, política, económica, educacional, etc., para la cual no estamos debidamente preparados ni equipados, pero a la que debemos buscar y encontrar algún tipo de solución.

Recordemos que el año pasado las clases debieron iniciarse el lunes 16 de marzo. Pero, como un día antes se decretó el estado de emergencia y la primera cuarentena por la epidemia de Covid-19, todas las actividades se suspendieron en el país. Los colegios y las universidades cerraron. Las clases ya no podían ser desarrolladas de manera presencial, tal como lo veníamos haciendo por muchos años, pues en ese momento las circunstancias obligaban a la virtualidad, algo nuevo y todavía desconocido para muchos.

Algunas instituciones educativas como los colegios privados ya tenían alguna experiencia en el desarrollo de clases virtuales, que se utilizaban como complemento de las presenciales. Pasar a una modalidad totalmente virtual trajo algunas dificultades iniciales, pero con el transcurso del tiempo estas pudieron irse superando, aunque sea en parte. Sin embargo, en los colegios públicos la situación se presentaba distinta, pues casi nadie estaba preparado para la virtualidad, en especial los alumnos y padres de familia.

A partir de esa situación es que el Ministerio de Educación dictamina que el lunes 6 de abril se diera inicio a la virtualidad, a la educación a distancia en las instituciones públicas de educación básica, a través del programa Aprendo en Casa, plataforma educativa con contenidos previamente grabados sobre diversos asignaturas y áreas curriculares y para los niveles de inicial primaria y secundaria. Los contenidos se transmitirían por la televisión y la radio para que, en la medida de lo posible, todos pudieran verlos en los canales de señal abierta de la televisión nacional.

Pero la educación no podía limitarse a que los estudiantes escucharan y/o vieran los contenidos que se transmitían en Aprendo en Casa. Tenía que impartirse clases remotas, que requerían de plataformas virtuales, tenencia de equipos informáticos (computadora de escritorio, computadora portátil o tableta) y acceso a internet. Dichas clases remotas se iniciaron en algunos colegios públicos el 13 de abril, inicialmente con algunas áreas o asignaturas y, luego de un mes aproximadamente, con las restantes. El Minedu no había establecido una plataforma única para el dictado de las clases en línea. Cada colegio se las arregló como podía. Algunos usaron el Zoom, otros el Google Meet, pero muchos otros a través del Whatsapp, los mensajes de texto y el correo electrónico. Los docentes fueron capacitados por el personal de informática de su plantel y luego ellos mismos se encargaron de capacitar a sus estudiantes en el uso de estas herramientas. Se pidió el apoyo de los padres de familia en el seguimiento del envío de trabajos de sus hijos en los diferentes cursos, pero no siempre hubo la respuesta esperada. Era comprensible, pues ellos estaban más preocupados en cómo alimentar a su familia y evitar enfermarse.

Y así se llegó al fin del año y hubo la necesidad de determinar qué alumnos eran promovidos al grado siguiente y quiénes no. El Minedu dispuso que los alumnos que no cumplieron con presentar las evidencias solicitadas por los profesores de los cursos pasaran a un programa de recuperación a llevarse a cabo durante los meses de enero y febrero de 2021.

Pero no solamente se trataba de recibir las clases. Miles de niños de familias de escasos recursos económicos dependían para su alimentación del servicio que pudiera ofrecerles el Programa Nacional de Alimentación Escolar Qali Warma. Este programa, que depende del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, es el encargado de brindar alimentación a niños y niñas de educación inicial y primaria de las escuelas públicas de todo el país, y de secundaria en las comunidades nativas de la Amazonía peruana, con el fin de mejorar la atención en clases, la asistencia y la permanencia.

Ante la emergencia por el Covid-19 hubo el temor de que este servicio no pudiera seguir brindándose. Felizmente, el gobierno dispuso que los comités de alimentación escolar, conformados para la atención del servicio alimentario de Qali Warma, entregaran de manera directa a los padres de familia los productos para que ellos prepararon los alimentos en sus hogares para el consumo de los escolares.

Otro servicio importante que reciben los escolares de todo el país es la tutoría. Para los neófitos en el tema, la tutoría y orientación educativa es el acompañamiento socioafectivo y cognitivo que reciben nuestros estudiantes a la par que los cursos habituales. Es un servicio inherente al currículo y tiene carácter formativo, promocional y preventivo. Este servicio es proporcionado por los docentes-tutores. Hay que mencionar que durante el 2020 también se recurrió a Aprendo en Casa para desarrollar actividades de tutoría, principalmente en lo referido al acompañamiento socioafectivo de los estudiantes.

Ahora que se ha iniciado el año escolar 2021, esperemos que este pueda desarrollarse de mejor manera que el año anterior, pero sin poner en peligro la salud de las personas. No creo que deba discutirse si se debe regresar a las clases presenciales este año. Para ello se requeriría que todos los profesores del país sean vacunados. Y como vemos que avanza el proceso de vacunación, lo más probable y prudente es que continuemos con las clases virtuales durante todo este año. No debemos arriesgar la vida de profesores y estudiantes.

Por otro lado, si bien la educación de nuestros hijos es importante, hoy nuestra sociedad requiere solucionar problemas que lo son aún más. La Covid-19 ha desnudado todas nuestras falencias como país del tercer mundo y ha traído no solamente la muerte de nuestros ancianos, sino también pérdida de empleo y de capacidad adquisitiva, así como también el aumento y agravamiento de las enfermedades físicas y mentales. Si nosotros que vivimos en la capital la estamos pasando mal y nos quejamos por el aislamiento y la imposibilidad de ir a reuniones y visitar a nuestros familiares y amigos (pero tenemos un empleo y mal que bien satisfacemos nuestras necesidades básicas), una cosa muy diferente es la que viven miles de familias de los barrios deprimidos de la capital y de las zonas rurales y apartadas de nuestro país, que han perdido sus trabajos y tienen que esforzarse sobremanera para alimentar a sus familias. No pidamos pues educación de calidad en una situación de pandemia mundial. Exijamos, sí, responsabilidad a todos nuestros compatriotas para cuidarnos y no propagar el virus, responsabilidad también a los que postulan a la presidencia y al congreso de nuestro país para que antepongan los intereses del Perú a los propios y del partido (¡qué iluso soy!) y a nuestras autoridades actuales también mayor responsabilidad para que administren mejor la crisis, y aceleren el proceso de vacunación de las personas. Si hacemos esto, puede que el 2022 tengamos tiempo para hablar de mejorar el sistema de salud y la educación de nuestro país.




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